La muerte del gato es mucho más que una obra de arte excepcionalmente lograda por Lilo Vilaplana. Es un alegato sin ambigüedades contra la dictadura castrista que azota Cuba desde hace cincuenta y seis años.

Cala profundo en los cubanos que han vivido aquella época, en los que si bien no la han vivido, padecen aún hoy la misma penosa realidad, y en los no cubanos que se conmueven viendo cómo la propaganda castrista los ha engañado a ellos también mientras todos los cubanos son prisioneros de la gran isla cárcel.

Dedicada a Ángel Santiesteban y a Raúl Guerra, se trata de una obra de ficción inspirada en hechos reales, contextualizada en el día posterior al fusilamiento del General Ochoa pero que cuida con gran esmero hasta los más mínimos detalles logrando recrear en un solar bogotano las miserias de uno habanero.

Detalles tan “nimios” como haber cubierto el suelo con un papel que imita las baldosas de los que pueblan Cuba y hasta el mísero panecillo que consumen los cubanos, que ha necesitado numerosos ensayos previos hasta obtener el que aparece en el corto, buscando que no se sobrepase el peso y sea fiel al que come el pauperizado pueblo, logran crear una atmósfera muy realista.

No es fácil crear intencionalmente tanta destrucción, pobreza y abandono, como los que los Castro han provocado en más de cinco décadas. Un esmerado trabajo artesanal del equipo de Lilo, ha logrado “destruir” el escenario haciéndolo tan verosímil que más de uno creerá que realmente fue filmado en La Habana.

El mérito de su director, y que es enorme, no es solamente artístico. El arte, es verdad, ha llevado al corto a festivales internacionales de primer nivel. Pero no solo ha enseñado al mundo el talento cubano, que es infinito y en Cuba no tiene ninguna posibilidad de desarrollarse a menos que se quiera acabar censurado, marginado o en prisión.

El corto mismo, filmado en Colombia, es fiel testimonio de que para existir, ha debido nacer en otro horizonte donde reina la libertad. Y justamente por esto, también son doblemente meritorias las actuaciones de Jorge Perugorría y de Coralita Veloz, ambos dos residentes en la isla. Hay que tener muchas agallas para participar en un film así y seguir viviendo en Cuba.

Que La muerte del gato se exhiba en los festivales de CANNES o GOYA, entre otros (KRALJEVSKI FILMSKI FESTIVAL, Serbia; FESTIVAL IBEROAMERICANO DE CORTOMETRAJES ABC.ES, España; FESTIVAL LATINOAMERICANO DE VIDEO ROSARIO, Argentina; PORTOBELLO FILM FESTIVAL, Reino Unido; FESTIVAL PIRIÁPOLIS DE PELÍCULA, Uruguay; TRINIDAD+TOBAGO FILM FESTIVAL, Trinidad yTobago), significa que cientos de miles de personas de todo el mundo puedan conocer la realidad de Cuba, la que a toda costa pretenden ocultar, y no me refiero solo a la miseria, sino a la más terrible: un pueblo sometido por una brutal dictadura, para la que la violación de los derechos humanos es su denominación de origen.

Ver el corto La muerte del gato y votar por él en el FIBABC significa, además de reconocer el talento de Lilo Vilaplana, un acto de patriotismo, pues su participación en el Festival Goya, ayudará a abrir los ojos a la realidad de Cuba de una gran cantidad de personas en el mundo que no tienen la posibilidad de verla por si mismas.

Segura de que Ángel Santiesteban pediría que apoyen a Lilo Vilaplana votando por La muerte del gato si no lo tuvieran aislado como lo tienen, lo pido yo en su nombre.