
Cuentos
Lilo Vilaplana en sus cuentos nos presenta a sus personajes en momentos reales, por fantasiosos o imaginativos que puedan parecer. Muchos sabemos que esas situaciones son ciertas, porque las vivimos, porque las sufrimos y porque hoy entre risas y lágrimas las volvemos a vivir en cada una de las nueve narraciones de Lilo Vilaplana Un Cubano Cuenta… Cuentos.
Sencillos, directos, con el propio lenguaje de la Cuba que recordamos, este cubano en sus cuentos nos deja asomar la pasión, la fuerza y la voluntad de sus recuerdos. Jugando con el presente y el pasado, lo que sus personajes acaban de vivir y lo que están viviendo en el momento de la narración dan la fuerza y el empuje a las historias para que una vez leídas, no se olviden.
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CARTA RESPUESTA A LILO VILAPLANA
Caro Lilo Vilaplana,
ex-flaco y siempre peludo:
desde España te saludo
con nostalgia por La Habana.
Va a cumplirse una semana
de que estamos “emiliando”,
tú en Bogotá, disfrutando
de todos tus culebrones
y yo entre versos y rones
preguntándome hasta cuándo
vamos a estar, desde lejos,
jugando a las escondidas.
Han cambiado nuestras vidas,
ya somos algo más viejos,
pero los mismos espejos
que nos arrugan nos aman,
en nuestro nombre reclaman
vestigios de juventud
para salvarse en salud,
y nos buscan y nos llaman
y nos llenan de pequeños
que repiten apellido.
No sé tú, pero yo he ido
coleccionándole sueños
a mis tres vástagos, dueños
de mi ayer y mi mañana,
dos que viven en La Habana
y el tercero en Almería,
tres ramas de la voz mía,
tres marcos de la ventana
con la que miro al pasado
para verte en Santo Suárez
o en otros muchos lugares:
la Habana Vieja, El Vedado,
Malecón cerca de Prado,
Infanta y Carlos III,
o en la calle Trocadero
preguntando por Lezama,
o llegando a Licorama,
ese Santuario habanero,
ese Templo Espiritual
para los Hijos del Ron.
O en la esquina de Tacón
y O’rrelly, o en un portal
cerca de la Catedral.
O en la barra de La Arcada.
Los Cibeles, Sheherezada,
la Roca y el Mandarín,
te veo sobre un rocín,
con tu lanza y con tu espada
persiguiendo a tu Iracema
Dulcinea del Caribe,
y ella, oronda, te recibe,
y tú rompiendo el esquema
comienzas a dar problema
dando vueltas sin parar.
Tienes algo de juglar
y algo de hábil delincuente,
de truhán inteligente,
de Don Quijote insular.
Pero Irasema soporta
tu asedio con estoicismo.
Ya todo le da lo mismo,
sabe que la vida es corta.
¿Que estás loco? No le importa.
¿Que usas un pitusa viejo
que no destiñe parejo
y te hace ver desnalgado?
No importa: se ha enamorado,
se introdujo en el espejo
de tu alma, como una Alicia
dulcineando por ti.
Yo tras la boda lo vi.
Yo sé que lo tuyo envicia.
Por eso les di en primicia
un libro de poesía
donde en un poema había
otro Lilo Vilaplana
que en un parque de la Habana
miraba con osadía
el muslo de una mujer
desnudada por el viento.
La joven de aquel momento
aún ni lo debe saber.
En realidad, puede haber
miles de protagonistas
de aquel poema. Las vistas
de muslos en nuestra Habana
sabes que son, Vilaplana,
muchísimas. Y hay artistas
como tú, como el negrito
delgado que lo escribió
(delgadez que ya pasó),
un catálogo infinito
(Roche, Nelson, Manolito,
Lele, el propio Tarajano,
y Amado, el camagueyano
de Tamarindo que alegra
su pecho con cada negra
que acepta coger su mano),
hay un equipo excelente,
un grupo espectacular
de hombres dispuestos a dar
su reino por una urgente
visión de un muslo imprudente
develado por el viento.
La joven sobre el asiento
no sabe que alguien la mira,
que un repentista se inspira
y un director de talento
estará diez años luego
leyendo el mismo poema
junto al muslo de Iracema
para repetir el juego.
Me los imagino: el fuego
de la Habana en Bogotá.
Los he visto en un sofá,
con el niño y con el viejo
(tres vidrios de un mismo espejo:
¡preparados…! ¡quietos…! ¡ya!)
Bueno, mi hermano querido,
director culebronero,
camagueyano-habanero
de colombiano vestido,
claro que a Colombia he ido,
y que volveré algún día,
y tú vendrás a Almería,
mas prefiero, Vilaplana,
reencontrarnos en La Habana,
esa ciudad tuya y mía.
Espero no tengas duda
de que soy yo quien te escribe.
Bébete un whisky, y recibe
un abrazo con la ayuda
de esta cosa medio-muda
que llaman ordenador,
cumputer, computador…
Recibe, pues, gran artista,
un beso del repentista
y un verso del escritor.

